Pedro Castillo: ¿se puede gobernar el Perú con cuatro jefes de Gabinete en 7 meses?
Tras unos accidentados primeros meses de gobierno, el líder sindical devenido en presidente parece haber cedido ante un Congreso fragmentado con el objetivo de mantenerse en el poder.
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Desde 2001, cinco presidentes peruanos tomaron juramento a cuatro o más jefes del Gabinete Ministerial. Lo que a la mayoría de mandatarios les tomó al menos dos años, para Pedro Castillo fue un récord a romper: lo logró en tan solo siete meses.
Además de los jefes del Gabinete, 44 ministros han desfilado por las 18 carteras del Ejecutivo peruano hasta la fecha. Las cifras de Castillo se condicen con la inestabilidad política que ha vivido el Perú en los últimos cinco años. Especialmente desde noviembre de 2020, cuando el Parlamento vacó al presidente Martín Vizcarra e impuso un régimen que fue condenado por gran parte de la población y tomado como un golpe blando.
Tras masivas protestas y la muerte de dos ciudadanos a causa de la represión, el presidente de facto Manuel Merino renunció, permitiendo que se erija una transición que convocó las elecciones que llevaron al poder a Pedro Castillo, un maestro rural y líder sindical que postuló por el partido de izquierda radical Perú Libre. ¿Cómo su gobierno se tornó tan errático en tan poco tiempo?
Pedro Castillo llegó a la presidencia tras una más que crispada segunda vuelta electoral. La contienda con la candidata del partido de derecha conservadora Fuerza Popular, Keiko Fujimori, se extendió incluso a dos semanas antes de su asunción al cargo.
La hija del expresidente Alberto Fujimori —condenado en 2009 por delitos de lesa humanidad—, aliada con sectores de la derecha empresarial y conservadora, sostuvo una teoría de fraude electoral que no halló ningún asidero legal. Ese clima de tensión se trasladó a la relación entre el nuevo gobierno y las bancadas de oposición, que sumaban más de un tercio de los votos del Parlamento.
El 28 de julio pasado, en su primer día como presidente, Castillo buscó tender puentes entre su base política de izquierda y sectores empresariales que temían un gobierno que atente contra la propiedad privada. En su discurso, remarcó que no buscaría expropiar ninguna compañía nacional o extranjera.
Sin embargo, al día siguiente, Castillo tomó juramento como jefe de Gabinete a Guido Bellido, un congresista del partido de gobierno investigado por apología al terrorismo y conocido por haber realizado comentarios misóginos y homofóbicos. A partir de este y otros polémicos nombramientos en el Gabinete, el choque con el Congreso fue inminente.
A finales de noviembre, medios periodísticos informaron que, ya durante su mandato, Castillo asistía regularmente a una casa de un barrio clasemediero en Lima a la que también llegaban representantes de empresas. Entre estos, la empresaria Karelim López, quien representaba a una compañía que luego obtuvo un contrato con el Estado por la construcción de un puente en la selva peruana por el valor aproximado de 232 millones de soles, esto es unos 58 millones de dólares.
Castillo admitió haber visitado esa casa en diversas ocasiones, pero dijo que nunca trató temas oficiales con empresarios. Actualmente, el contrato firmado fue anulado y los involucrados son investigados penalmente, a excepción del presidente, quien está protegido por el antejuicio político.
Para Eduardo Dargent, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Católica del Perú, estos hechos evidencian que Castillo no ha podido construir una gestión estable. “Muy rápido, dejó de ser el cuco autoritario para convertirse en un improvisado con serias sospechas de patrimonialismo y corruptelas”, opina.
En línea similar, la politóloga María Claudia Augusto considera que el nombramiento de Bellido fue un intento por satisfacer a las bases del partido que llevaron a Casillo al poder, pero que sin duda “no fue el mejor arranque para un gobierno que lo que necesitaba era construir legitimidad y confianza”.
El choque inicial con el Congreso llegó a su fin en octubre, cuando amenazado por una censura del Congreso, Castillo decidió cambiar a Bellido por Mirtha Vásquez, una representante de la izquierda moderada.
Con ella, se mantuvieron los ministros de Economía y de Salud, carteras que consiguieron los dos principales logros del gobierno hasta la fecha: mantener cierta estabilidad macroeconómica y llevar a cabo una eficiente campaña de vacunación contra la COVID-19.
En el caso del primero, pese a todos los temores iniciales que despertó el gobierno respecto a inversionistas extranjeros, el moderado Pedro Francke ofreció un clima de estabilidad que permitió a la economía peruana consolidarse como una de las más estables en la region pese a la pandemia.
En lo que respecta al sector Salud, la gestión del médico Hernando Cevallos hizo que el Perú —el país con más fallecidos per cápita en el mundo a causa de Covid-19— tuviera, para finales de diciembre pasado, a más del 80% de población mayor de 12 años inmunizada con dos dosis.
Pese a estos logros, ambos ministros salieron despedidos cuando estalló una crisis entre Castillo y hoy exministro del Interior, Avelino Guillén, por casos de corrupción en ascensos policiales. Ante la nula atención que, según Guillén, el presidente dio al caso, el ministro decidió dejar el cargo y, junto a él, Mirtha Vásquez presentó su carta de renuncia. Este hecho marcó un rompimiento entre la izquierda moderada y el gobierno.
Tras ello, Castillo decidió nombrar como jefe del Gabinete a Héctor Valer, un congresista que renunció al partido que lo llevó al Parlamento y que se alió con disidentes de otras bancadas. Valer tenía graves denuncias, entre las que había acusaciones de violencia familiar de su fallecida exesposa y su hija.
El tercer jefe de Gabinete del actual gobierno duró solo tres días, tras una marea de cuestionamientos tanto de la sociedad civil como de integrantes del mismo gobierno. Con aparente intención de conseguir algo de estabilidad, Pedro Castillo nombró a Aníbal Torres, hasta ese momento ministro de Justicia, como su reemplazo. El abogado llegó acompañado de otros ministros polémicos. Entre ellos, el nuevo titular de Salud, Hernán Condori, un médico cercano al partido Perú Libre y que, en su momento, promocionaba un “agua milagrosa” contra enfermedades.
Sin embargo, estos nuevos nombramientos parecen tener un solo objetivo: cumplir cuotas partidarias de distintos sectores del Congreso que permitan asegurar la continuidad del gobierno. De hecho, recientemente se anunció una “tregua” entre Ejecutivo y Legislativo, que buscaría asegurar el voto de investidura de este nuevo Gabinete.
Para Dargent, Castillo busca ahora “quedarse con los fieles y tenerlos contentos para que no lo vaquen”. Asimismo, el politólogo sostiene que con un Congreso que también “se ha desprestigiado rápidamente”, quizá la mera estabilidad no sea la mejor salida.
“Lo que estamos viviendo ahora es una suerte de estabilidad de mediocridades, que puede ser muy dañina para todos”, lamenta.
De acuerdo al más reciente estudio de la encuestadora Ipsos, la aprobación de Pedro Castillo se sitúa en 25%. Si bien estas cifras podrían ser tentadoras para una oposición que ya presentó una fallida moción de vacancia, parecen tener en cuenta otro dato del sondeo: si Castillo y su vicepresidenta dejan sus cargos, el 74% opina que se debe convocar a nuevas elecciones para renovar ambos poderes del Estado.
Este escenario parece contribuir a un entorno más estable, pero en el que el Ejecutivo parece buscar salvaguardar su permanencia más ante el Congreso que ante la ciudadanía.
Para Augusto, “con este nuevo Gabinete, hay una menor intención del Ejecutivo de responder a las críticas. Eso es lo que se ve en las declaraciones del presidente y de Torres, que han mantenido silencio ante preguntas de la prensa sobre medidas cuestionables”.